Ayer mi mente empezó a jugar con este trinomio, como formando una danza creativa y llena de significado.
Más allá de lo sonoro de las palabras, empecé a sentir la profunda relación que existe entre ellas. Criar es un acto de creación. De creación de vida obvio, pero también es un acto creativo, de transformación, de continua revisión y de conexión profunda con nuestro ser.
No conozco persona a la que el hecho de criar a un ser humano no la haya hecho transmutar.
Es real que la transformación viene dada por lo implicado que estemos en el proceso (hacia afuera y hacia adentro), pero siempre hay movimientos.
Crear no en el sentido de ver a nuestras hijas e hijos como “creaciones”, sino como el acto creativo de sostener y acompañar la vida de una persona recién llegada al mundo.
A su vez, siento que si estás acá leyendo esto, tu crianza tiene mucho de “fé”. Hacemos las cosas de forma diferente a como las vivimos, no solemos tener ejemplos de familias que hayan criado de esta forma y casi no conocemos adultos cuyos padres hayan practicado una crianza honesta, respetuosa y conectada.
Elegimos creer, confiar, apostar. A veces nos apoyamos en la neurociencia y a veces en ese sentimiento interno, profundo, de qué no podemos hacerlo de otra manera. Hablaría de instinto, pero no estoy segura de si es por ahí.
Así que sigamos CREANDO un nuevo mundo, CRIANDO de la mejor manera que nos nace, mientras elegimos CREER en lo necesario de nuestro cambio de paradigma.
Tratense con amor! Lo merecemos siempre.